El Palacio Rojo
Herencia de gobernantes olmecas
Cuando comencé el Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlán (PASLT) en 1990, había un cuerpo de conocimientos preexistentes sobre los olmecas que indicaron que la investigación que me había propuesto iba a ser relativamente sencilla. Después de todo, arqueólogos eminentes habían mostrado de forma convincente que San Lorenzo era un sitio pequeño de 53 hectáreas que alcanzó un nivel relativamente bajo de desarrollo, un cacicazgo. Parecía una oportunidad fabulosa para identificar y excavar una muestra significativa de viviendas tempranas y así obtener una comprensión del desarrollo de las unidades domésticas.
Esperaba seleccionar una excelente muestra del conjunto de 200 montículos bajos reportados por Michael D. Coe y Richard A. Diehl en 1980 como bases de viviendas olmecas. Después de terminar las primeras pruebas en varios montículos sin hallar los esperados vestigios domésticos, empecé a preocuparme. Llegó a ser evidente que las cosas no eran como parecían. Entonces miré hacia los cortes artificiales de los montículos bajos creados por maquinaria durante la construcción del camino de terracería. Ya recortados, los cortes limpios tampoco mostraron evidencia alguna de casas olmecas. En ese momento parecía que los restos del Preclásico inferior no se iban a dejar encontrar tan fácilmente, cerca de la superficie, por lo que habría que excavar más profundamente.
Tenía que reformular aspectos de la investigación y, en consecuencia, emprendí una renovada búsqueda de las áreas domésticas, ahora con otro enfoque. Fue imperativo el poder observar de primera mano los pisos de las estructuras que habían sido reportados anteriormente. Procedí a sacar los rellenos de algunas excavaciones del Proyecto Río Chiquito (PRC) para echar un vistazo.