Reseña

He visto futbol toda mi vida, desde pequeño frente al televisor y en aquellas sensacionales mañanas de domingo en el estadio cuando mi padre me hizo parte de ese fantástico ritual que me atrapó para toda la vida.
Sigo viendo futbol y ahora tengo la enorme fortuna de narrarlo para radio, de comentarlo en televisión y de escribir acerca de él.
La pelota es parte de mi vida a todas horas, tan cerca en un estadio, como en sus historias cotidianas y en las redes sociales.
Sin embargo, hay algo que se saborea más, que me convoca siempre y en donde sea y eso es una buena plática de futbol (en todas sus modalidades, en sus diversos tonos y pasiones).
Conocí a Salvador González a través de su libro; Cuentos de balompié y después, cuando compartimos opiniones en tertulias futboleras y puedo decir que Salvador sabe de futbol; lo analiza, lo desmenuza, lo juega, lo sigue, lo sueña y lo piensa, pero particularmente lo escribe, y lo escribe muy bien.
Leer a González es un quehacer lleno de sabor, de condimentos y sazones muy futboleros, sus relatos cotidianos nos resultan familiares porque nos suceden, nos involucran, nos trasladan desde el futbol de barrio hasta alguna copa del mundo y a jugarlo con los grandes, a tratar de entenderlos, a revivir nuestros rituales íntimos en esa relación de amor que tenemos con el más bello de los deportes.

El futbol es incluyente, abierto y democrático en su esencia, florecen las emociones, transita por las pasiones, viaja por el sentimiento, se pasea por la mente y termina alojándose en el corazón. Se trata del amor más honesto y más puro.
Juego profundo. Año 1 es un libro de amor; de la relación de altas y bajas que tenemos con nuestro equipo, con el rival, con la derrota en el último minuto, con el gol del campeonato, con la directiva, con el árbitro, con el vecino y, a veces, hasta con nosotros mismos.