Delirio
Entre humos de divina inspiración, dejando que mi mente perturbada por el sonido del viejo tocadiscos, que por cierto le robe a la abuela, y que destila a altas horas de la noche tenues notas de blues y rock, guié de una en una las palabras que tendrán a bien —o mal— introducir a los lectores en un texto que oscila entre el ensayo y la novela (por cierto, no prodigiosa, pero si honesta). He de confesar que derramé un par de lágrimas ante una marea de recuerdos o alucinaciones quizá, que me hicieron sentir que por un momento fui parte de alguna historia aquí contada. Durante la lectura, es posible identificar atisbos de Ginsberg, Huxley, Kerouac o Bukowski, y de aquella nuestra “literatura de la onda”, con esa escritura relajada pero significativamente profunda, a veces poética, a veces soez, pero que, sin lugar a dudas, los envolverá en un viaje hasta sus años de juventud. A través de relatos breves o mini-ensayos, descubrirán un mundo no muy diferente del que a cada uno nos acontece, incluso, podrán sentirse parte de los relatos, pues el autor, narrado en primera persona, nos introduce en un día cotidiano, en un lugar cotidiano, en la vida de un sujeto cotidiano, realizando acciones cotidianas, a una serie de situaciones que, en algún modo, de tan cotidianas, nos identificaremos y entenderemos el valor de ser quienes somos. 5 Desde una mirada académica, es posible advertir influencias sociológicas, antropológicas y en algunos casos psicológicas, que, combinadas con la escritura coloquial, y envueltas por situaciones emocionales, descubrimos una prosa que se disfruta, y que por momentos, llega a ser catártica, pues es como si en algún momento de nuestra juventud hubiésemos escrito una carta a esa persona especial –que por azares del destino o por idiotas, nunca entregamos— y, después de muchos años, al acomodar los libros del pequeño cajón bajo la cama, la encontráramos y leyéramos: Por la noche tomaré tu mano, Sin preguntarte, te robaré un suspiro… De pronto, un sobresalto, una triste carcajada y de nuevo a la lectura: Sentir el viento sobre el rostro, mientras empuño el acelerador a fondo, de mi vieja y oxidada motocicleta, que tiembla como si tuviera múltiples orgasmos… Ahora, una nerviosa risa, quizá de satisfacción, quizá de arrepentimiento, quizá de desolación… Lo cierto es, que por medio de situaciones de una vida “normal”, el autor nos propone una mirada excepcional a los acontecimientos del día a día, que, con un poco de humor, tristeza e ironía, nos van construyendo como personas, como seres, como cuerpos vivientes y vividos; como sujetos desean- 6 tes y deseados; donde cada instante puede llegar a ser tan significativo, que perdurará por el resto de nuestros días causando estragos, que incluso, sean imperceptibles a uno mismo. Nos enfrentamos a un ejercicio de escritura accesible para distintos lectores, pero, sobre todo, a ideas y frases que por alguna razón parecerán conocidas, cercanas e incluso vividas en carne propia, lo que hace del texto un material próximo a nuestras formas y maneras de ver/pensar/vivir y ser-en-elmundo. Un ejercicio de libertad tanto para quien escribe, como para quien lee, una invitación a sacar lápiz y papel para dar paso a nuestros recuerdos e imaginación, escribir desde la honestidad de nuestras vivencias y experiencias, atrevernos por un momento, a mostrar nuestro lado más humano y sensible que no por ello, grato y bello. Finalmente, diré del autor que no es escritor de profesión, pero es un buen narrador de la vida diaria, casi un antropólogo de la rutinidad, un sociólogo de la complejidad y un psicólogo de la mundaneidad; es decir, un chorero o merolico con ínfulas de trovador, soñador y mal viajado, pero honesto en su palabra, que escribe sólo, por el gusto de leer en libertad