Príncipe, el perro de Dios
Historia que muerda, acaricie, rasgue, que bese y deje sabor a dulcitoecoco, que corte y lacere, cure y consuele, que huela a cerveza y mezcal, que sea amarga como el cacao, de picante chileatole, que tenga la sazón de jaibas en condimentadas aguas, aromática como bolitas de masa y chipil, espesa como molito de camarón.
Con ritmo de zandunga, bamba, huapango y son, ambientes llenos de árboles de ciruela y mango, guanábana y almendra, que tenga abrazos gigantes como cabezas olmecas, intrigas aciagas y pegajosas como vientos del sur. Un relato donde el personaje principal sea dulce y muy macho, como los plátanos.
Quiero que mi historia tenga llegadas inesperadas, cual lluvia que anuncia el verano; que tenga lagrimones que revienten contra el suelo llenando el aire de petricor, con momentos tristes bajo la lluvia; que la música de fondo sea una petenera, con guitarras que se desgarren cuando canten para dar el último adiós a la abuela y a la madre que me parió.