Galbare
Galbare es el punto geográfico central del texto de esta novela, un nombre que apela al sentido individual y mágico de una tierra inexistente en la que, a través de sus habitantes, se mantiene viva y también oculta de los ejércitos que marchaban a mediados del siglo veinte (hechos con sustento histórico) hasta que la desgracia tocó a las puertas del bastión imaginario, acontecimientos que Cecilia Pablos expone, pues ella también es una habitante de este lugar extraordinario y, por lo tanto, una defensora ferviente de la vida, «porque la luz interior es la mirada más fuerte, no baja los ojos ante nadie».
Es un trabajo literario profundo y de muchos matices, donde la autora instala, en nombre de la pasión y del amor, un espacio de reconciliación para el ser humano abatido por la degradación de sus virtudes [...]
[...] Galbare debe leerse, pero también releerse (como bien lo sugiere Borges respecto de la buena literatura) considerando diferentes niveles de conciencia que la autora presenta como desafío estructural. Las voces emergen desde el silencio, sin aviso, enviando al lector a un nuevo sitio y a espacios que son o pueden ser estados emocionales profundos personificados, lo que le da a la novela un valor poético.