Alberto Pellico Agüeros
Autobiografía
La primera y más importante función del biógrafo es desaparecer. Con tal voluntad, la primera elección para esta biografía fue renunciar a la tercera persona, en favor de la primera, que es la única que importa, es decir, la voz de don Alberto Pellico. Efectivamente, todo cuanto aquí se ha escrito proviene de su lengua; y todo cuanto pudiera develar mi trabajo no tiene mayor ambición que la de desaparecer, atendiendo la máxima de Carlos de Sigüenza y Góngora, de no “meter la hoz en ajena mies”. Así, asumo sólo la responsabilidad de la mediación, dado que entre la voz viva de don Alberto y el texto que aquí se presenta existe necesariamente una reelaboración, un reordenamiento y un minucioso zurcido para acercar en lo posible la escritura al relato primigenio.
Sin el mínimo afán de autoelogio, don Alberto hace entrever, en su relato, algo que José María Pozuelo llama “principio de individualidad”, es decir, la convicción de que “el ejemplo de su vida es válido para otros y si su vida puede ponerse como ejemplo es en la medida en que se apoya en una verdad, en un pacto de sinceridad”.