Obras. XII. Periodismo I
Artículos, crónicas, editoriales, discursos y epístolas (1850-1872)
A pesar de que de 1890 a 1892 José Tomás de Cuéllar reunió una parte de su última producción periodística en cinco volúmenes en la colección La Linterna Mágica, la del periodo de 1850 a 1872 seguía dispersa –y por ende ignorada– en las páginas de los periódicos y las revistas. En la época contemporánea las cosas no han sido del todo distintas. Los estudiosos de Cuéllar desdeñaron esta faceta, ya que –hay que decirlo– sus novelas capturaron toda la atención de la crítica y de los lectores de su momento.
Sin embargo, en los últimos años ha habido esfuerzos para paliar el desconocimiento de la obra de Cuéllar gracias a estudiosas y estudiosos como María del Carmen Ruiz Castañeda, Belem Clark de Lara, Ana Laura Zavala Díaz y Manuel de Ezcurdia.
La presente edición reúne sesenta y nueve piezas periodísticas: sesenta y un artículos, crónicas y editoriales, seis epístolas, un discurso y un prospecto,13 que van de 1850 a 1872. Como veremos a lo largo del estudio introductorio, el periodismo en los años de la República Restaurada fue un semillero de ideas innovadoras en varios campos; el de la literatura, en particular, fungió como un espacio de experimentación en el que los escritores podían dejar libre la pluma y abordar cualquier tema, sin tener que someterse a las instancias de poder más represoras, dando paso a discursos emergentes que años después se encumbrarían en el campo literario, como la crónica, forma textual moderna e innovadora que tuvo un momento de formación seminal de 1867 a 1872. En este sentido, el periodista fue mucho más que un transmisor de noticias, un informador o un actor tangencial en el ambicioso proyecto de nación; guía moral, educador, impulsor del progreso en la literatura, escritor profesional e integral, que trascendió la página y pudo convocar, congregar y dar sentido al oficio de la literatura y sus medios de difusión: el periódico y la revista. Lo anterior constata la urgencia de editar críticamente el periodismo de un escritor tan prolífico como José Tomás de Cuéllar, quien en tan solo cinco años (1867 a 1872) se probó como editor y redactor, editorialista y articulista, así como cronista, critico social y teatral; una pluma que conformó una voz incisiva y comprometida con el campo cultural al que perteneció y -por qué no decirlo- también con la sociedad mexicana de su tiempo.