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ISBN 978-607-69941-2-2

Doctrina espiritual

Autor:LOUIS LALLEMANT, SJ
Editorial:Comunidad Fuego en el Espíritu
Materia:Educación religiosa
Público objetivo:General
Publicado:2025-05-22
Número de edición:1
Número de páginas:479
Tamaño:15x21.9cm.
Precio:$250
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Prologo
_______________________________________
Jamás nadie leyó este libro sin mucho bien para su alma.
Eso es lo que nos mueve a publicar la presente versión
castellana, la primera que conocemos, después de tres
siglos de aparecida la obra original.
Si durante tanto tiempo no se ha sentido la necesidad de
esta traducción, en parte ello se debe a la riqueza
inexhausta de nuestra literatura ascética y mística, y de
otra parte a que siendo este libro destinado a un público
que no puede ser el gran público, podían leerlo en su
lengua original, no sólo los primitivos destinatarios, los
jesuitas que hacen su tercera probación, sino todas las
personas capaces de entenderlo.
La actual situación creada por la guerra, impidiendo el
intercambio de libros con Francia es la que nos decidió a
continuar con la "Doctrina Espiritual" del P. Lallemant, la
serie de publicaciones de autores espirituales que
formarán esta colección que hemos querido se llame VIDA
DIVINA y que esperamos cumplirá la misión de llenar esa
deficiencia.
2Monte Sinaí
El nombre de VIDA DIVINA lo tomamos de la obra del P.
Juan E. de Nieremberg, de nuestra Compañía, porque dice
perfectamente cuál ha sido la norma de selección de los
autores que entrarán a formar parte de nuestra colección:
espiritualidad sólida, teológica, ordenada dentro de esa
corriente de euforia espiritual que llega a su apogeo en el
siglo de la contra reforma tridentina, cuando la Iglesia
retoma, purificada de los herejes que pretendían
deformarla, con nuevos impulsos, el camino que en Trento
plugo al Espíritu Santo señalarle.
Por ello, en primer lugar serán autores del siglo XVII los
que daremos a conocer de preferencia, toda vez que en
ellos, de una manera más palpable, se reúnen la Patrística,
la Escolástica, Trento y las necesidades surgidas frente al
problema de la herejía protestante.
No excluiremos, sin embargo, ni por razón de tiempo, ni
de nacionalidad, ni mucho menos de escuela.
Elegiremos también, teniendo cuenta del público al cual
dedicamos estas ediciones: sacerdotes, religiosos,
seminaristas y laicado católico, que siente la preocupación
por el conocimiento y práctica cada vez más acabada de
ese misterio de misericordia, que es nuestra adopción en
Cristo y la respuesta que esa adopción de nuestra parte
espera.
3Monte Sinaí
Como se verá por la lectura del prólogo del P. Champion,
que sigue a este primero, fué el P. Lallemant, lo que en la
Compañía de Jesús llamamos Instructor de Tercera
Probación, es decir, Maestro espiritual de los jesuitas que
terminados sus estudios, ya ordenados sacerdotes, deben
durante un año entregarse a la vida de oración y trato
íntimo con Dios, excluyendo cualquier otra actividad que
lo pudiera dificultar.
Es lo que se llama por San Ignacio, la "Schola affectus",
"escuela del amor". Este libro se compone de los apuntes
que uno de esos jesuitas, el P. Rigoleuc, tomó de las
pláticas e instrucciones que en ese período oyó al P.
Lallemant.
A la muerte del P. Rigoleuc se publicaron como suyos,
mezclados con otros que realmente lo eran, algunos de los
capítulos que figuran en esta edición. Se debe a los
trabajos del P. Aloys Pottier S.I. el haber restituido al
verdadero autor esos capítulos de cuya falta se resentía la
DOCTRINA ESPIRITUAL.
Las razones y argumentos que el P. Pottier tuvo en cuenta
en su trabajo, pueden verse en la obra del mismo: "La
Vieet la Doctrine Spirituelle du Père Louis Lallemant S.I.",
París, Tequi. 1936, o en el artículo del mismo autor
aparecido en "Revue d'ascétique et mystique, (RAM)
"Rigoleuc ou Lallemant", 1935, p. 330 - 350.
4Monte Sinaí
Hemos quitado, pues, de la obra del P. Rigoleuc, que
pensamos publicar, esos capítulos, y los publicamos en
esta versión, haciéndolo notar en su respectivo lugar, con
lo cual sale aumentada la obra, como fácilmente lo notarán
los que están acostumbrados a su lectura.
No a título de curiosidad, sino porque nos parece
necesario, para la mejor comprensión del autor, creemos
deber agregar algunas advertencias.
1) El P. Lallemant es uno de los autores más discutidos,
quizá tanto como Joseph Surin S.I. Se le eleva y se le
denigra, a nuestro entender más de lo justo. La razón de
ello no parece que sea exclusivamente por su obra en sí,
sino por lo que ella representa o se le quiere hacer
representar: una bandera.
Así por ejemplo, Henri Bremond, exjesuita, en su "Histoire
littéraire du sentiment religieux en France". Y los que sólo
conocen la espiritualidad de la Compañía de Jesús, por la
lectura de los diez tomos de esa obra o de algún resumen
le colocan por encima de todos los autores de la Compañía
lo contraponen a la mayoría de ellos, a los que tildan de
asceticistas y antropocéntricos y sobre todo, al P.
Rodríguez, el inmortal autor del "Ejercicio de perfección y
virtudes cristianas” haciendo en una palabra del P.
Lallemant un beruliano, es decir, un jesuita no jesuita y
por ello grande.
5Monte Sinaí
De otra parte, los autores contemporáneos franceses de la
Compañía, se reconocen en mayor o menor grado
deudores a Lallemant de esa espiritualidad alta, sobria,
noble, que de sus escritos resuma.
El R. P. Reginaldo Garrigou-Lagrange O.P., al hablar de la
segunda conversión o entrada en la vía iluminativa, cita al
P. Lallemant y muchas otras veces en su bella obra, “Les
trois âges de la vie intérieure", llamándole "uno de los
mejores autores espirituales del siglo XVII", entroncando
su doctrina en la corriente de S. Benito, Suso, Tauler,
Catalina de Siena y S. Juan de la Cruz (tomo II, pág. 29,
39, etc.), y haciendo suyos muchos de los principios que
se encuentran en esta obra.
Hay, de otra parte quienes manifiestan, quizá por reacción
ante tantas alabanzas, de quienes suelen ser parcos para
alabar las cosas de la Compañía, cierta reserva ante
nuestro autor, v.gr., el P. de Maumigny, autor de un sólido
tratado sobre "La oración mental", quien solía mostrarse
desconfiado al nombre de Lallemant: Caute legendus!
El P. Antonio M. Arregui S.I., el célebre moralista, fue quien
lo puso en mis manos, durante la tercera probación en
Manresa, dando con ello testimonio del aprecio que le
merecía.
Creemos que la doctrina del P. Lallemant no se opone a la
del P. Rodríguez sino en la forma, y que más que otra cosa
6Monte Sinaí
con todo lo que significan en el campo espiritual y no sólo
en lo físico les separan los Pirineos.
Para entender mejor ciertas diferencias de lenguaje, es
menester recordar que el P. Rodríguez era maestro de
novicios y el P. Lallemant, Instructor de Tercera Probación;
es decir, que uno tenía por oyentes muchachos de menos
de veinte años, por lo general, que se inician en la vida
espiritual; y el otro, sacerdotes, teólogos, que acabada de
humanidades filosofía y teología, habiendo hecho por dos
veces durante un mes los ejercicios de S. Ignacio, y cada
año durante ocho días, dedicarse a la oración de un modo
especial, durante un año, antes de salir a los ministerios
propios de la Compañía.
2) Se puede ser deudor del P. Lallemant, sin que por ello
se deban suscribir todas y cada una de sus afirmaciones.
Así por ejemplo, pocos serán los autores españoles de la
Compañía que no de-ban algo al P. Baltasar Álvarez, al P.
Alvarez de Paz, y ningún jesuita habrá en el mundo, que
no deba algo al P. Rodríguez, sin que ello importe que todo
lo que afirman esos autores deba suscribirse o practicarse
al pie de la letra.
Así el P. Lallemant sostiene la vocación general a la
contemplación infusa. . . doctrina grata v.gr. al P.
Garrigou-Lagrange, y dentro de la Compañía al P. Peeters,
etc. No admiten esa vocación, al menos como suena, los
P. De Guibert, Grandmaison, muchos carmelitas, etc.
7Monte Sinaí
Ello no impide que si de jure no sea tan universal esa
vocación, es decir, que si no se la considera necesaria para
la santidad, no se admitan generalmente las palabras del
P. Grandmaison, respecto de la tal contemplación:
"Por este ejercicio escribe el P. Grandmaison, refiriéndose
a la forma de contemplación "que enseña S. Ignacio en los
Ejercicios "pretende S. Ignacio levantar el alma a la oración
pasiva; sólo Dios puede hacerlo; pero a esta acción divina
que nada puede suplir, el alma puede disponerse,
pacificándose, despegándose de las creaturas, y fijando en
Dios su mirada humilde y suplicante que toque a su
corazón; y si la Providencia paternal de Dios, difiere
todavía el don tan preciado de la contemplación, hace
encontrar al alma en este ejercicio o manera de oración,
algunos de los frutos de la contemplación, y ante todo, la
unión íntima apacible, seul a seul, del cristiano con su
"Señor". "Vie du P. L. de Grandmaison", por el P. J.
Lebreton, p. 124.
3) Para demostrar el "jesuitismo" del P. Lallemant, nada
nos parece más conveniente que transcribir aquí la
descripción que de ese jesuitismo espiritual" hace el P. J.
de Guibert, hablando de los Ejercicios de S. Ignacio en
RAM, 1940. p. 236:14
8Monte Sinaí
"Los ejercicios son con su conjunto de métodos, la escuela
en la que el jesuita aprende a hacer oración y por
consiguiente conservará durante toda su vida de oración,
el sello de esa escuela en la que se ha formado, sin por
ello prohibirse otras formas de oración de las que no se
trata explícitamente en los Ejercicios.
En la práctica, no sólo la contemplación infusa, para
aquellos a "quienes Dios favorece con ella, sino también
las "oraciones de simplicidad y de contemplación
adquirida, las oraciones afectivas o bajo forma de
"coloquio continuado, han sido y son practicadas por una
muchedumbre de jesuitas plenamente fieles al espíritu de
su vocación". "A despecho de tantas apariencias -agrega
el P. de "Guibert- Y de ciertos prejuicios, esa souplesse "en
los marcos de la oración, ha sido la tradición "entre los
mejores de los maestros de oración de "la Compañía,
como Lapuente, Crasset, o más "cercano el P. de
Grandmaison. En ello no hacen más que seguir las
indicaciones de los Ejercicios".
4) Con respecto del antropocentrismo de que se tilda a la
espiritualidad de que es exponente la obra que
presentamos, conviene tener presente, lo que notan
generalmente los autores, como Lawlor. De Guibert, etc...
En artículos en que ex profeso tratan el asunto: Que no
puede ello significar más que un matiz o un énfasis con
respecto de ciertos elementos de la espiritualidad católica.
Caso contrario sería la herejía.
9Monte Sinaí
Las verdades esenciales, son las mismas para todos.
Vamos a Dios por Cristo, incorporados al Cristo total, que
es su Iglesia; no podemos hacer nada sin su gracia, y
jamás mientras vivimos tenemos derecho a descansar del
esfuerzo de cooperar con su gracia; toda nuestra vida
espiritual es un trabajo de purificación que tiende a la
unión con Dios. La oración, la abnegación, la humildad, la
confianza en Dios y la desconfianza en sí mismo, el todo
informado por la caridad, sin la cual nada vale nada, todo
esto, es esencial a cualquiera escuela espiritual, que
pretenda ser y pasar por católica. La mayor o menor
proporción, la primacía de uno de estos elementos sobre
los demás, es lo que diferencia una escuela o tendencia de
las demás". Dice el P. Garrigou-Lagrange, en el prólogo de
la Doctrina espiritual de Sor Isabel de la Trinidad:
"Cualquiera de estas verdades (las más elementales de
nuestra fe, como las expresadas en el Padre nuestro)
bastaría a un alma vivirla profundamente, para ser
conducida hasta las cumbres de la santidad".
Es la misma doctrina que desarrolla el P. de Guibert, en un
meditado artículo en “Gregorianum", 1938, “En quoi
diffèrent rèellement les écoles de spiritualité", p. 276, ss.
5) Respecto de la poca cuenta que parece hacer el autor,
de los trabajos apostólicos, téngase presente que se dirige
a hombres que durante el año de tercera probación no
pueden dedicarse a las obras de celo, que dificultarían el
plan de vida establecido para ese año, último de la
10Monte Sinaí
formación larga que precede al apostolado, esencia de la
vida apostólica, definida por S. Tomás: "contemplata aliis
tradere"; y debía por tanto, más que estimularlos,
moderar los deseos de sus oyentes.
6) Finalmente, respecto del misticismo del P. Lallemant, se
le ha llamado ascético, y cabe afirmar que se le ha llamado
bien. Jamás más alta doctrina fue rodeada de mayores
garantías para evitar ilusiones y engaños, tan frecuentes
en las personas que, sin freno de discreción, se lanzan por
los caminos del espíritu. En ello, aparece una vez más el
espíritu del varón prudente que Dios constituyó para jefe
de familia en la Compañía. Rivadeneira atribuye a S.
Ignacio una frase, que en clásico latín redactó él mismo, y
que si S. Ignacio, tan medido en la expresión, hubiera
redactado, quizá de otra manera se nos hubiera
trasmitido. Sic Deo fide, hace decir al Santo, quasi rerum
successus omnis ab illo, nihil a te penderet; ita tamen iis
operam omnem admove, quasi Deus nihil, omnia tu solus
sis facturus.
Se trata de un pensamiento tan arraigado en la tradición,
que el M. R. P. Martín Gillet O.P., lo hace remontar y
atribuye a S. Tomás: "Je prie Dieu, disait S. Thomas,
comme si jattendais tout de lui; mais je travaille comme si
j'attendais tout de moi". ("La virilité chretienne", pág. 150,
nota).
11Monte Sinaí
El único documento en que S. Ignacio formula este
pensamiento, en forma semejante, es en una carta a S.
Francisco de Borja, (MHSI. S. (1) Ignatii Epistolae. IX, p.
626), donde dice así: "Mirando a Dios N. S. en todas las
cosas, como le place que yo haga, teniendo por error
confiar y esperar en medios algunos o industrias en sí
solas; y también no teniendo por vía segura confiar el todo
en Dios N. S. sin quererme ayudar de lo que me ha dado,
por parecerme en el Señor nuestro que debo usar de todas
dos partes, deseando en todas cosas su mayor alabanza y
gloria...".
No se trata de dos fuerzas coordenadas, sino
perfectamente subordinadas, como bien se expresa en
esta regla de oro, fiel exponente de su pensamiento que
dirige toda la espiritualidad que en esta obra se propugna:
"Todos se den a las virtudes sólidas y perfectas y a las
cosas espirituales y se haga de ellas más caudal que de las
letras y otros dones naturales y humanos; porque aquellas
interiores son las que han de dar eficacia a estos
exteriores, para el fin que se pretende".
No queremos terminar este ya demasiado largo prólogo
sin agradecer públicamente a Osvaldo Horacio Dondo la
revisión de esta versión, hecha por la madre de un jesuita
que desea ocultarse en el anónimo, y a Enrique Lagos y
Antonio Arbeláiz, la ayuda prestada para la edición de esta
biblioteca.
12Monte Sinaí
Escribíamos este prólogo, en la Abadía del Niño Dios, en
Victoria, Entre Ríos, el Día de Navidad de 1943

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