La brecha
La protagonista de La brecha (quien según las pistas que entrega la obra ha nacido en la década del cuarenta) con bastante lucidez reconoce el matrimonio como una prisión cuando el amor está ausente. Sin amor, las nupcias son una cárcel, en la que el cuerpo de la mujer es una ofrenda condenada a la satisfacción hacendosa y sexual del hombre. Afortunadamente librada de la primera imposición –por su condición de señora que dispone de servidumbre– la anónima narradora de esta historia no se sacude de la segunda. Escribe Mercedes en un pasaje, en el que la protagonista acaba de discutir con su esposo y él, como toda solución, así actúa: “El sexo fue el gran amortiguador. Se sirvió de él una vez más, intensa, angustiosamente”. Repta por estas páginas, vez tras vez, el lacerante léxico de la dominación masculina. Se describe un hombre que grita “¡eres mía!” en el acto sexual, que persigue a su exesposa por las calles para demandar que regrese, que la espía a través de las persianas de su nueva casa de separada, que se niega a firmar los papeles de separación/nulidad, que busca la reconciliación a través del “love-bombing” o bombardeo adulatorio para recaer rápido en la amenaza, bajo la cual habita el potencial feminicida: eres mía o no eres de nadie. Eres mía o de la muerte.
Es la tragedia del hombre que ha buscado una mujer sumisa y el universo le ha concedido una rebelde. Mercedes Valdivieso, se invistió feminista. La cito: “Si haberse interesado en la otra mitad de la especie que no tiene voz es ser feminista, lo soy”. En La brecha la protagonista vive en los años cincuenta del siglo XX, es una señora cuica con la osadía de terminar su matrimonio, tener amantes, vivir sola con su hijo, realizarse un aborto. Es una porfiada que, so pena de la condena social, ha elegido ser ama de sí misma. De ahí que se haya catalogado esta novela como la primera obra feminista de Latinoamérica.