Ese montón de espejos rotos
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Tras la saga dedicada a sus orígenes llamada no sin ironía «Una familia ejemplar», Gonzalo Celorio habla de sí mismo, y nos entrega unas memorias deslumbrantes que son también una gran obra literaria. Asistimos en primera persona a la vida privada y la vida pública, a su vocación literaria, su formación intelectual, sus tareas institucionales como maestro, académico, editor, difusor de la cultura… pero a la vez, en una magnífica estructura zigzagueante, a su vida más íntima: «Cuando visitaba con enfermiza asiduidad el Bar León para oír música guapachosa, los parroquianos del lugar no podían creer que yo fuera un “respetado” profesor universitario que además ejercía determinadas funciones académico-administrativas, mientras que mis alumnos y mis colegas de la facultad, salvo casos excepcionales, no imaginaban que, al salir del aula tras dar mi “docta” clase o de mi oficina después de haber cumplido con mis obligaciones burocráticas, me apresurara a recorrer semejantes antros del centro histórico de la ciudad». Están aquí pues sus exultantes pasiones: la palabra, la literatura, el teatro, la música popular, la fiesta, la celebración, los rituales domésticos, el barroco, la arquitectura, el magisterio, la amistad, el amor y sus simulacros."