Reseña

La pregunta no ha perdido su vigencia: “¿Qué es un poema sino un sitio seguro para una verdad difícil?” Y sin embargo, ni el poema ni la verdad en sí, participan ya más de la lógica de los tiempos efectivos. Es en parte esta pauta destemplada (a destiempo) la que marca el ritmo en sordina de este Manual de desaparición, en el que poema a poema se van traslapando las “verdades” hasta diluirse en un cotidiano atravesado por las flechas oscuras de todo aquello que no nos pertenece.
Desde una voz rota, fluctuante, mujer y niña, pasado y presente, se configura cada poema como un paisaje encerrado en la esfera de su propio espejismo: si lo sacudes, los copos de nieve adquirirán el matiz de un espejismo nuevo, asequible, suficiente para seguir respirando hasta que los límites de ese yo sean irreconocibles.
Entre pasado y presente, la sombra de una misma máscara cada vez distinta se desdibuja al igual que el cuerpo expuesto (nervio o muela, piel o pelo, sangre o pesar) en una ciudad que todos los días nos orilla a la disolución de las presencias que a veces somos.
La sonrisa dislocada, fuera de lugar, la ciudad oferta, el devenir cosa, suvenir o vacío rutilante, son sólo las facetas de una memoria que busca a toda costa procurar su desaparición cuando sabe, con inaudita certeza, que la muerte se ha vuelto insuficiente.