A la poesía por la traducción. un camino de ida y vuelta
Toda traducción poética comparte el designio más noble de la filología, que es el de entender y dar a entender los textos, y la ambición más alta de la creación, con la peculiaridad o la ventaja de ser una ambición secreta y servicial, consagrada a la reconstrucción de una virtualidad literaria ajena. […] la traducción es la filología máxima, pero es también una actividad melancólica que, al menos en el ámbito hispánico, carga siempre con la losa de dos famosas y descorazonadoras sentencias, casi maldiciones, que pueden leerse en el Quijote […]: los libros traducidos ‘jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento’ y ‘el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución’.