Juego y teoría del duende
Decir que García Lorca es uno de los poe-
tas más prominentes de la lengua española
quizá apenas sea lo justo. Su influencia y
sensibilidad no tienen límites, pero eso no
es todo: su creatividad alcanzó otro tipo de
expresiones y géneros, en los que también es
palpable su genio artístico: escuchar su pala-
bra se volvió el placer más intenso.
Tres años antes de su fusilamiento, en víspe-
ras de la guerra civil, apenas en el ocaso de
una vida entregada a la formación poética,
dramatúrgica y musical, dictó en Buenos
Aires una conferencia que ha sido mate-
ria de múltiples lecturas y reflexiones.
En ella, se propuso definir, a partir de una
genealogía erudita y anécdotas concretas,
la figura del duende que corresponde a la
expresión «tener duende» —de amplio uso
en la península, sobre todo en la región
andaluza—, en contraposición a la musa
y el ángel, categorías que se insertan en una
estética más iluminada, pulcra, casi celestial.
Musa y ángel se manifiestan de manera epi-
fánica para revelar lo que está oculto para el
artista; el duende, en cambio, posee. Similar
al daimon griego, causa un efecto más pare-
cido a la embriaguez que a la inspiración.