La mentalista
Azul no recuerda quién es, ni por qué fue encerrada. Despierta en un campo cercado por muros electrificados, entre niñas marcadas como escoria por un sistema que las castiga por razones que nadie se atreve a nombrar. Una voz en su mente —sabia, burlona, tal vez peligrosa— le enseña a nombrar el mundo: camillas, castigo, obediencia.
Cuando un incendio consume la Valla, Azul escapa entre humo, disparos y gritos. Es apenas un cuerpo herido, guiado por sombras, arrastrado hacia túneles que esconden más secretos que salidas. Ahí encuentra El Refugio, una comunidad clandestina de jóvenes fugitivos, escondidos bajo tierra, olvidados por el mundo.
Pero incluso lejos de la Valla, Azul no encuentra paz. Algo oscuro se agita en su interior: un poder que no comprende, una presencia que podría no ser sólo una voz. Algo que despierta con el miedo, con el dolor, con el contacto humano. ¿Quién es Azul realmente? ¿Qué le hicieron? ¿Y por qué hay quienes matarían —o morirían— por encontrarla?