Reseña

Familiares, amigos y colegas de trabajo me han sugerido que escriba mis memorias, dado que me ha tocado vivir una experiencia singular y que valdría la pena compartirla.
En un libro que publiqué en el año 2005 –“Una apuesta por América Latina” (Sudamericana, Buenos Aires)–, con prólogo del entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, me definía en modo algo grandilocuente como un “uruguayo, rioplatense, mercosureño, sudamericano, latinoamericano, que por las sendas desmesuradas e imprevisibles de la Providencia trabaja desde hace más de treinta años en la Santa Sede, en el centro de la catolicidad”. Después fueron hasta 48 años. Concluí mis largos años de trabajo en el Vaticano en el año 2019 y a finales del 2020 fui nombrado embajador del Uruguay ante la Santa Sede, responsabilidad que cumplí hasta marzo de 2025.
Soy un laico, nacido y crecido en Montevideo, en el país más laico (por no decir laicista) de América Latina, a quien, a los 26 años, me fue planteada la invitación de una experiencia de trabajo en el Vaticano. Desde entonces, venido desde “el fin del mundo” –diría parafraseando al papa Francisco–, estuve en el Vaticano al servicio de cinco sucesivos pontífices: San Pablo VI, el Beato Juan Pablo I, San Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI y el papa Francisco.