Con la sombra prestada
Emiliano entró a la caverna con el pecho ardiéndole por el deseo de salir pronto de ella. Seguía los pasos de las dos mujeres, llevada cargando el cilindro de oxígeno de su equipo de buzo y una mochila. A veces piensa que entra a explorar cuevas solo después, desesperado, concentrar cómo escapar de ellas. Una especie de masoquismo mental, jugar al claustrofóbico, convertirse en un bebé que despierta en la oscuridad de la noche sin saber dónde está, tener miedo y pretender que controla ese miedo. Después regresar a la ciudad y autoproclamarse espeleólogo y con una entonación de experto, contar e inventar historias para ver cejas levantadas por la sorpresa.