No soy médico, pero estoy aquí
Leo no sabe de diagnósticos. Nunca ha pisado un aula de medicina. Pero cuando su hermano enferma, él se convierte en todo: acompañante, cuidador, y testigo de un sistema que no siempre escucha.
Con una mochila al hombro y las preguntas atoradas en la garganta, entra a un mundo de batas blancas, firmas urgentes y silencios densos.
En el hospital, conoce a Emiliano, un residente que también carga sus propias heridas. Y mientras el cuerpo de Nico se debilita, Leo descubre que, a veces, el amor cuando es firme— también puede ser tratamiento.
Esta no es una historia de héroes. Es una historia de quienes aman sin saber cómo, pero lo hacen igual.