La debutante
Como si se tratara de una cebolla, hay que iniciar cada cuento e irlo leyendo para quitarle la primera, segunda, tercera capa y descubrir la sensación final: no siempre sobrecogerá al cuerpo con la necesidad del llanto o con el miedo, puede ser que toque amorosamente el alma.
Blanca Ruiz Pérez nos va preparando para sentirnos personaje y luego, como si fuera lo normal, nos enfrenta al latigazo o a la caricia inesperada. Son sus remates los que sorprenden, angustian o hacen reír por esa vuelta de tuerca que hace redondo al cuento con una simple frase o en escasas palabras.
Deambular por sus relatos es caminar por labios de sal, ciudades que viven, mujeres que buscan o desaparecen, homenajes ocultos, olores del pan o damas de terciopelo envueltas unas veces en un aura de realismo mágico, y otras, en la melancolía del pasado.
Hay que tener el atrevimiento de sumergirse en las letras y dejarse llevar de la mano hasta el final, ese al que la autora nos arroja.