Para Heidegger un ahorcado también es un columpio
Aldo Barucq gusta de confundir las certezas con las dudas. A través de los personajes de asesinos en serio que acuden al teatro, de la confusión del filósofo Wittgenstein al ingresar en una casa de espejos, de las consecuencias psicológicas que viven las familias de los primeros hombres enviados a Marte, de las intimidades de unos hermanos que practican el incesto, de hombres que se topan de frente con el sueño americano y, en el cuento del título, una mujer va haciendo recuento de las mujeres ahorcadas que aparecen en su pueblo.
En este libro de cuentos, se enfrenta a cuestiones confusas, hilarantes y experimentales desde donde busca preguntarle al lector: ¿y si todo esto fuera, en el fondo, realmente divertido?