La fe que confesamos, celebramos y cantamos
La historia de la Iglesia cristiana no es únicamente una crónica de concilios, credos y controversias. Es, ante todo, la historia de un pueblo que ha creído con el corazón y confesado con los labios (Rom. 10:10), y que ha cantado con gozo las verdades que ha recibido como revelación divina. En otras palabras, la Iglesia no solo ha reflexionado teológicamente: también ha adorado con entendimiento (1 Cor. 14:15). Y en esa adoración, ha defendido la sana doctrina mediante la belleza del canto congregacional.