Reseña

Dividido en diez postales y cuatro ensayos extras, Brenda Ríos hace una crítica mordaz sobre Acapulco, ese puerto que sólo es idílico si no vives ahí, si eres turista, si tu estancia no pasa de un fin de semana, si no tienes que salir de tu casa donde escasea el agua y no hay aire acondicionado. Idílico para gente que tiene mucho dinero y compra casas costosas como Palazuelos, o Luis Miguel, antes de vender la suya porque construyeron frente a su dulce y lujoso hogar casas de interés social. El señor no quería ese paisaje. En fin, del Acapulco del que la autora nos habla en cada una de sus postales es un lugar captado por el narco, las balaceras, la inseguridad, la basura que dejan los turistas, en su mayoría gente del estado de México, la periferia de la ciudad de México, la gente pobre que llega a la playa a vacacionar con latas de atún y de cerveza, con grabadoras para poner música a todo volumen y ser quienes no son en sus casas. Esos vacacionistas se hacen trencitas, compran a los vendedores ambulantes, rentan sombrillas y sillas, lo que no saben es que los vendedores locales, los “morenitos”, los costeños, tienen que pagar cuota a una mafia violenta por el derecho a estar ahí, y si no pagan sus cuotas están en peligro de muerte, todo esto sin exagerar.