Tëjëë
Diosa Madre
Si volviéramos al pasado cuando nuestros padres o abuelos creían que la inocencia no había abandonado nuestros ojos, tendríamos temor, pero también respeto por a tierra, por el agua o el aire. Seguramente tendríamos presente que el maíz no sólo se come, también se escucha, se lee y se comparte. Que sus semillas son como los dientes de uno, juntos tienen mucha fuerza, ya que decían en el pueblo que el maíz no era cosa de juego, en semilla o en planta nos enseñaron a tenerle respeto.
El escritor ayuujk jääy Juventino Santiago Jiménez nos recuerda en esta obra que no podemos ocultar lo que somos o sentimos para siempre, que el dolor y la tristeza difícilmente dejan nuestra vida. Pero también nos habla sobre el compromiso que tenemos, ya que no estamos completamente solos; también están entre nosotros, viéndonos, acercándose cada vez más…