¿Pensar el ser o gritarlo? Cuatro ensayos sobre el lenguaje filosófico y literario
El presente trabajo reúne cuatro ensayos sobre el lenguaje filosófico y literario. Tanto para el filósofo como para el literato el lenguaje es contacto, inmediatez, respecto de una presencia que les desborda, que no termina nunca de objetivarse ni, por tanto, de decirse. Habita y se nutre de la ambigüedad configurada en aquella dimensión estable y delimitada del ente que aparece a la percepción, y en aquella otra soterrada que amenaza dicha estabilidad introduciéndola en el torbellino incesante e indeterminado del ser. Como si el lenguaje surgiera del sentimiento de asombro ante el hecho de ser, pero también del contacto con lo que me es próximo. Contacto como proximidad y no como fusión con el medio. Proximidad del otro como fuente incesante de sentido que rechaza petrificarse en el concepto, pero engendra un pensamiento al servicio de esa proximidad; pensamiento que se transforma en un discurso sostenido y animado por un decir que nunca coincide con lo dicho, que lo antecede y siempre lo supera. La filosofía y la literatura participan, en ese sentido, de un mismo impulso originario: la necesidad de dar forma, en el decir, a aquello que irrumpe antes de todo concepto y que modifica al pensamiento en el acto mismo de pensarlo. El misterio de la distancia entre el pensar y el decir, y la palabra hablada y la palabra escrita, permea la meditación por el decir. Esta distancia no es lejanía, sino anclaje en lo más propio, en la oscuridad del corazón humano. Cada palabra nace de una apertura que la excede y, por ello, carga con una huella de aquello que la inspira; responde a una presencia que se insinúa en su interior como una corriente difícil de fijar. En ese gesto, pensar y escribir se entrelazan: ambos buscan una forma que acoja al lenguaje en la experiencia del mundo.