Reseña

No hay duda de que el periodismo del Siglo XXI es una profesión digital. Los medios tradicionales de comunicación, en especial la prensa escrita, sufren los embates de la tecnología a grado que miles de ellos no logran su sobrevivencia y se ven obligados a cerrar sus puertas, como ha ocurrido en las últimas décadas en todo el mundo.
México no es la excepción: de sus 129 millones de habitantes, 115.4 millones están conectados por dispositivos móviles y hay 100 millones de perfiles activos en redes sociales que han modificado desde sus raíces la comunicación, cada día más expedita, más variada, más al alcance de todos, y sin costo adicional en la mayoría de los casos.
La prensa escrita, la radio y la televisión son ya, prácticamente, cosas de viejos, y para su subsistencia, en la mayoría de los casos, han hallado un aliado que los sostiene de la debacle económica, pero que, a mi juicio, podría convertirse en la puntilla letal: el Gobierno.
El dinero del erario en los medios, que circula por millones, ha generado una descomposición que está acelerando la crisis del periodismo. Lo está hundiendo más porque muchos medios no tienen un compromiso con sus lectores sino sólo con quién o quienes los financian. Y esta enfermedad, después de muchos cuidados, de muchas prevenciones, ya le pegó fuerte al Diario de Yucatán.