Políticas de la espera y la desesperación.
Dominación y resistencia en la desesperanza
La desesperación pertenece al siglo XXI, cuando las máquinas se han vuelto líquidas y solamente queda la posverdad. Este libro está escrito en el siglo de la desesperación.
Este libro no juega con las palabras: a la desesperación la llama desesperación, que es rabiosa, anárquica, insomne; a la espera la llama espera, y es pazguata, resignada y cómoda; a la esperanza la llama esperanza, y es mentirosa, cursi y consumista. Por eso resulta tan claro.
El deseo (por su parte) es desesperado. Y no juega. El deseo es la fuerza que no se puede estar quieta y que se contiene para no estallar; por eso es tan intensa. Y por eso, y con las manos sudando, la piel erizada, y la concentración incandescente, produce maravillas: se diría que las cosas más importantes, y más ciertas, están hechas con el deseo.
Porque el deseo verdaderamente busca algo (…): en efecto, lo que busca el deseo es al deseo mismo o, dicho de otro modo, busca y produce, su propia expresión, que es lo que se percibe en la música, en la literatura, en el arte, en la política, en los movimientos sociales, cuando éstos se necesitan a sí mismos y no son meras complacencias para el auditorio.
Con esto es con lo que está hecho este libro. Por eso tiene claridad, porque el deseo no divaga, y convicción, porque el deseo no duda. El autor no está haciendo juegos de palabras ni juegos de mesa ni juegos de salón, va sólo a lo que le importa, y no se pone a presumir sus habilidades. Y aunque incluso tiene contradicciones, bastante deliberadas por lo demás, el libro tiene una coherencia interna que es una especie de congruencia moral.