El solitario Atlántico
En esta novela se describen los juegos de la vida infantil en una ciudad pequeña de provincia: cazar caballitos del diablo, construir represas, elevar papalotes, pelear con las pandillas rivales. Juegos que, con las naturales variaciones de lugar, quedamos de alguna manera condenados a seguir repitiendo a lo largo de nuestra vida, perdidos ya el asombro inicial y el sentido de la aventura y de la competencia cuando se pasa a formar parte del mundo extraño de los adultos y cuando, como dice el autor, pareciera como si todo se redujera a quedar sentado frente al mar: un mar infinito al que, como en la cita de Herman Melville que da título a este libro, ciegamente se lanza uno “como destino en el solitario Atlántico”.