El general Tecuichs
La Revolución mexicana, ese "vendaval que lo cambió todo para que todo siguiera igual", esa terrible tormenta, implacable, violenta, pero necesaria para limpiar los aires y romper la profunda sequía del porfiriato. Después de la tempestad, el paisaje cambió, la lluvia y el viento desaparecieron, la fuerza primordial de la tormenta, la fuerza de los campesinos, se evaporó, fue absorbida y tragada por la tierra, quedó en el olvido. Ese nuevo mundo que los campesinos ayudaron a crear, no les pertenece; ellos, los hacedores de la Revolución, son los huérfanos de una catarsis provocada.
Baltazar Gómez Pérez, Bala –quien en su apelativo lleva la fuerza de su certera mirada–, sabe cómo "cepillar la historia a contrapelo". De espíritu benjaminiano, busca en las grietas del relato oficial a aquellos personajes que no encajan, a los campesinos olvidados, los que fueron sacrificados para construir el mito del Estado posrevolucionario. Desentierra sus fantasmas del olvido para interrogar críticamente la historia, y a partir de los recuerdos del general Tecuichs nos provoca pensar en nuestro presente, donde coexisten nuevas formas de promesas incumplidas, nuevas esperanzas por venir, nuevas clases de "campesinos revolucionarios", desechables, sujetos del olvido. Lejos de una anécdota histórica de ficción, Bala y su general Tecuichs nos ayudan a pensar en las estructuras recurrentes del poder, en esa capacidad de cooptar la energía liberadora de las masas y transformarla en el cimiento de un nuevo orden de exclusión.