Ensalada Western
Enrique Rojas dice que el sentido del humor es patrimonio de los inteligentes. Le creo. Yo siempre he sostenido que Fernando Jiménez es la persona más divertida que conozco. Para mi fortuna, y la de cada lector, cada cuento suyo es tan gracioso como perturbador, tan brillante como innecesario, pero como todo lo que importa en la vida, no vino a pedir permiso.
Ensalada Western es una colección de cuentos con un tono irreverente y humorístico. A diez años de su edición, este título nos invita, desde su primera línea, a sumergirnos en historias que entretejen hilos incontables de referencias religiosas, chocarreras, cinematográficas, musicales y muchas más que no acabaría de enumerar. Hay una creatividad desbordante que nos envuelve en su gracia (en ambos sentidos de la palabra).
Este libro no es el típico western con sombreros elegantes y caballos galopando al atardecer: Este es un western psicotrópico donde el Che Guevara convive con changos poseídos y Steve Jobs se disfraza de señora loca en camisón para impedir una revolución contra Coca-Cola. Aquí no hay caballeros andantes, pero sí drogadictos con alma noble, misas con espadas flamígeras y villancicos convertidos en armas sagradas. Aquí Dios tiene refrigerador y lo llena con Coca, Jesucristo es comunista y la única manera de salvar al mundo es destruyendo refrescos al ritmo de Rammstein.
También es necesario advertir los efectos secundarios que yo mismo padezco tras recorrer todas las páginas: Leer estos cuentos puede provocar carcajadas, confusión existencial, amor por los changuitos y odio eterno a las bebidas azucaradas. En algunos casos, también puede despertar un deseo irrefrenable de cantar para combatir al Mal.
Sergio Pérez Torres