Comida en serie
De finales del porfiriato a 1990, la gastronomía mexicana experimentó una transformación marcada por modernizaciones, rupturas y continuidades. Tras la Revolución, la cocina nacional se volvió un símbolo de identidad popular: los antojitos, los moles regionales y los guisos campesinos ganaron un lugar central en la narrativa cultural, a la vez que surgían comedores colectivos, cocinas económicas y restaurantes que reinterpretaron recetas tradicionales para un público urbano en expansión. Durante el auge industrial de mediados del siglo XX, la llegada de productos procesados, electrodomésticos y cadenas comerciales modificó prácticas domésticas y aceleró la preparación de alimentos, sin desplazar por completo las técnicas heredadas. En los años setenta y ochenta, el interés por las cocinas regionales se revitalizó gracias a investigaciones antropológicas y al trabajo de divulgadores que comenzaron a documentar y celebrar la diversidad culinaria del país. Hacia 1990, México llegó con una gastronomía compleja: modernizada y urbanizada, pero también orgullosa de sus raíces locales, lista para proyectarse en la escena internacional.